domingo, 17 de febrero de 2013

El ecologista escéptico: “Falta ordenar los problemas en una lista de prioridades”


La Nación, Domingo 17 de febrero de 2013 – Publicado en edición impresa; Por Lorena Oliva

Bjørn Lomborg, un escéptico del pesimismo ecologista que busca salvar el planeta, Polémico e influyente, este activista danés cree que la excesiva atención puesta sobre la causa verde quita foco a necesidades más urgentes

Su nombre saltó a la fama a principios de la última década, cuando con su libro El ambientalista escéptico se atrevió a desafiar la veracidad de algunos aspectos relacionados con el calentamiento global y a poner en tela de juicio el tono -casi siempre catastrófico- con que se buscaba generar conciencia al respecto. Tamaña osadía le reportó a Bjørn Lomborg una inmensa ola de críticas -fue acusado de deshonestidad intelectual, por ejemplo-; pero también de seguidores: en 2004 la revista Time lo mencionó entre las cien personas más influyentes del planeta, y en 2008 la revista Esquire lo incluyó entre las setenta y cinco personas que podrían salvar el planeta justamente por atreverse a abordar el problema del cambio climático desde una perspectiva novedosa.

Lo curioso es que antes de convertirse en un ambientalista escéptico, este politólogo danés se ubicaba en la vereda contraria. De hecho, militaba en Greenpeace. “En los noventa yo era el prototipo perfecto del activista urbano -recuerda-. No salía pintado de cebra a ningún lado, pero escribía cartas a los diarios alertando que el mundo estaba al borde del desastre y, por supuesto, tenía pegado en mi cuarto un póster con la frase: «Solamente cuando se haya talado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, el hombre se dará cuenta de que no se puede comer el dinero».”

¿Qué lo hizo cambiar tan radicalmente de opinión? Este danés nacido en 1965 y doctor en ciencias políticas, que ha enseñado en prestigiosos centros de estudios de su país, no duda en mencionar el haber leído una entrevista al economista norteamericano Julian Simon, quien en vida también supo defender algunas ideas políticamente incorrectas: era un férreo defensor del libre mercado como la herramienta más eficaz para combatir los problemas del medio ambiente.

“Recuerdo que mi primera reacción fue indignarme y decir que no podía esperarse otra cosa de un economista norteamericano. Pero, en esa entrevista, Simon invitaba a confrontar estadísticamente sus afirmaciones y yo, que en aquel momento era profesor de estadística, me propuse destruirlas con datos empíricos. Pero luego de algunos ejercicios realizados con mis alumnos me encontré con que, efectivamente, estábamos mejorando como humanidad. Y también en algunos indicadores ambientales como el de la polución del aire y del agua. Claro que esto no ocurre si te vas a China. Pero los chinos fueron claros: “Primero queremos ser ricos y después nos ocuparemos del aire y del agua'. ¿Acaso no fue lo que hicieron los países ricos hace cien años?”, pregunta con ironía.

Esto no significa que Lomborg niegue el progresivo calentamiento de la Tierra. Lo que cuestiona, en todo caso, es lo que el mundo está haciendo al respecto. Y mediante su ONG, Centro para el Consenso de Copenhague, se propone concientizar a gobiernos, organizaciones y ciudadanos para que, al momento de invertir energía y recursos en concepto de ayuda, nadie pierda de vista que el del medio ambiente es un gran problema que nos pesa como humanidad. Pero que no es el único. Que existen otros, como el hambre, el sida, las enfermedades crónicas -que afectan especialmente a los países más empobrecidos-, los conflictos armados o los problemas de acceso al agua o a la educación que también requieren ser abordados con urgencia.

“Invertimos mucho para cumplir con las exigencias del Protocolo de Kyoto. En un año, con todos los recursos que destinamos ahí, podríamos darle agua potable a toda la población del mundo. Y, disculpen, pero yo creo que darle agua potable a todo el mundo es más prioritario que cumplir con el Protocolo de Kyoto. Eso es justamente lo que falta: ordenar los problemas en una lista de prioridades”, explica a LA NACION, durante una reciente visita a nuestro país.

Soluciones eficientes

De eso se trata el Consenso de Copenhague. Desde 2004, cada cuatro años, Lomborg reúne a un panel de expertos para definir qué áreas no podemos darnos el lujo de descuidar y cuáles son las soluciones más eficientes en cada caso. En la última edición, por ejemplo, la lista de soluciones cuenta con 30 ítems. La reducción de la desnutrición en niños preescolares encabeza la lista, integrada también por la necesidad de invertir en efectivos sistemas de alerta temprana de desastres naturales, en programas de vacunación, en tratamientos contra la malaria o la tuberculosis o la provisión de agua y saneamiento, entre otros. Los problemas ambientales también figuran en ella, pero no encabezan el ranking.

“Para definir estos grandes problemas buscamos a los economistas más especializados -algunos son premios Nobel- en cada temática. Luego elaboramos una lista con las mejores soluciones para cada caso, que incluyen, por supuesto, una adecuada relación costo-beneficio. Lo que nos proponemos es que con el dinero que se gaste, se haga el mayor bien posible”, explica Lomborg.

El especialista sostiene que no siempre prima la eficiencia en la ayuda humanitaria ni en las inversiones destinadas a paliar el calentamiento global. Y aporta ejemplos: “Alemania es el país que más ha invertido per cápita en paneles solares. Te encontrás con paneles solares hasta encima de las catedrales. ¿Cuál será el efecto de esta costosa inversión? Que hacia finales de siglo el calentamiento global se retrase unas 23 horas. Esto no es una forma inteligente de gastar dinero. Pero los alemanes se sienten de maravilla, claro”, grafica con picardía.

¿Y qué sería, a su entender, gastar dinero en forma inteligente? El especialista aporta ejemplos, como invertir más en gas como recurso energético limpio que en biocombustibles (“Hay algo de inmoral en quemar alimentos en los cilindros de los autos”, sostiene); o, en materia de sida, inclinar más la balanza hacia la prevención, la provisión de sangre segura y disminuir el nivel de transmisión de madre a hijo.

“Después del huracán Katrina, que arrasó Nueva Orleáns, todo el mundo se encolumnó detrás de Al Gore y comenzó a afirmar que había que reducir las emisiones de CO2 para ayudar a los afectados. Pues no, lo que ellos necesitaban en forma más urgente era que se construyeran diques más altos para contener las inundaciones.

“Hay mucha gente en los países emergentes que se ve sacudida por huracanes y no nos enteramos -continúa-. Gente de Bangladesh o de Myanmar, por citar algunos ejemplos. Pero ahí la solución que se propone no es cortar las emisiones de carbono, sino mejorar la infraestructura o los sistemas de alerta temprana. De todas formas, el principal factor que te puede ayudar a hacerle frente a un huracán es contar con la mayor cantidad de recursos posible. Un huracán que mate a cinco o diez personas en la costa de Florida, mata a diez mil en Guatemala.”

Lomborg sabe que estamos muy lejos para que el consenso que cada cuatro años se logra en Copenhague se convierta en un consenso global. “Somos una agrupación que trata de defender estos argumentos en discusiones públicas. Eso no quiere decir que tengamos mucho poder. Diría que el único poder que tenemos es el de convencer. Y tratamos de hacerlo para que se invierta de manera más inteligente. Es frecuente que se gaste dinero tratando de hacer un bien, pero no que se analice a fondo la eficiencia de ese gasto. Nos motivamos porque pensamos que estamos haciendo algo bueno, pero no medimos las consecuencias reales de ello...”

Claro que, a su modo de ver, no es sólo cuestión de inocencia o ignorancia. “Hay mucha gente que entiende nuestros argumentos. Hay mucha materia gris capaz de pensar en esta línea. Pero es frecuente que esa materia gris tenga que batallar contra intereses económicos. Gente que quiere conseguir subsidios para paneles solares o biocombustibles, por ejemplo. Y cada quien cuida su quinta”, se lamenta.

Consciente de todas estas dificultades -y de lo difícil que resulta posicionar un discurso tan novedoso como incómodo, que busca conmover ciertas verdades fuertemente instaladas en materia de ambientalismo y ayuda humanitaria-, Lomborg intenta, a través del CCC, llegar a auditorios de lo más variados.

Una réplica de su programa se llevó a cabo en 2007 en San José de Costa Rica (se llamó Consulta de San José), en donde reputados economistas analizaron problemáticas propias de América latina. También escribió dos libros relacionados con los fundamentos del CCC - Crisis globales, soluciones globales (2004) y Cómo gastar US$ 50.000 millones para hacer del mundo un lugar mejor (2006)- y es columnista en medios norteamericanos de alcance mundial, como The Washington Post, The Wall Street Journal o la mencionada revista Esquire.

“Nuestro desafío es esforzarnos para dejar nuestros argumentos más claros -sostiene-. Hablar con más gente sobre esto. Sobre las políticas estúpidas que a veces se implementan y sobre las grandes oportunidades que tenemos por delante.”

En definitiva, sostiene, de lo que se trata es de entender que sentirnos bien con nosotros mismos cuando hacemos alguna buena acción no garantiza necesariamente que lo estemos haciendo bien. Un primer paso fundamental, asegura, para atrevernos a hacer las cosas mejor.

Hacia un esquema de ayuda más equitativo

En una conferencia de 18 minutos que dio en 2005 en el marco de las charlas TED (http://www.ted.com/talks/lang/es/bjorn_lomborg_sets_global_priorities.html), Bjørn Lomborg lo dice bien claro: “Sería ideal poder resolver todos los problemas del mundo. Pero ya que no contamos con recursos suficientes, lo más eficiente es establecer prioridades”.

En diálogo con LA NACION, el especialista danés estableció la siguiente comparación: “Si analizamos los compromisos tomados en las diferentes cumbres del clima, estamos hablando de invertir cien mil millones de dólares anuales en los países emergentes para paliar el cambio climático. Y eso no tiene proporción si lo comparamos con que para todos los programas relacionados con el mundo emergente se gastan ciento cincuenta mil millones”.

Es evidente que continúa siendo un ecologista escéptico, no sobre las evidencias del cambio climático, sino sobre cómo se lo comunica y, en consecuencia, sobre la atención que el tema recibe. Pero esos argumentos hoy aparecen dentro de un discurso más complejo, con el que busca remarcar las enormes incongruencias que existen en el terreno de la ayuda internacional.

Con su organización, el Centro para el Consenso de Copenhague (CCC), Lomborg detectó diez grandes áreas temáticas en las que se concentran los principales desafíos mundiales: conflictos armados, enfermedades crónicas, educación, enfermedades infecciosas, crecimiento demográfico, biodiversidad, cambio climático, hambre y desnutrición, desastres naturales y agua y saneamiento.

“Creo que a nuestros hijos y nuestros nietos no les va a interesar que hayamos simplemente señalado los problemas, sino que, además de señalarlos, los hayamos resuelto”, sostiene. Por eso, esas diez áreas dan lugar a una treintena de posibles soluciones bien concretas. Por ejemplo: lejos de quedarse en señalar el problema del hambre y la desnutrición, el CCC propone invertir en programas que garanticen la ingesta de micronutrientes para los niños desde sus primeros años de vida.

O en lugar de señalar vagamente el flagelo del cambio climático, propone invertir recursos en proyectos de energías verdes o en programas de protección de las selvas del mundo.

“Hay que empezar a hablar con mayor seriedad, con datos en la mano, sobre el medio ambiente, sin perder de vista que somos buenos solucionando los problemas.”

Lomborg recuerda el revuelo mundial que generó su libro El ecologista escéptico, a principios de la década pasada. “Lo entendí porque fue la misma reacción que tuve yo en su momento. Lo que me decepcionó es que mis antiguos compañeros de Greenpeace leyeran todas las críticas que se me hicieron, pero no mis argumentos.”

miércoles, 6 de febrero de 2013

En EEUU buscan nuevas formas de financiar las energías renovables (artículo original en inglés más abajo)


La Nación, Domingo 03 de febrero de 2013 - Por Diane Cardwell; The New York Times

Nuevas formas de financiación para las energías renovables
Se busca atraer inversores, de la mano de algunas exenciones impositivas.

Durante años sectores de energía verde, como la eólica y la solar, han estado diciendo al Congreso que aún no pueden competir con los combustibles fósiles sin importantes exenciones impositivas.
Pero dado que entre muchos republicanos hay fuerte antipatía por los subsidios a las energías renovables, estos sectores ahora están llevando un nuevo pedido a Washington: que se permita a compañías eólicas y solares contar con algunas de las ventajas impositivas que benefician al sector petrolero y del gas y el inmobiliario, para obtener fondos de inversores.
"Hemos hecho grandes progresos en cuando a reducir el costo de tecnologías de energía renovable como las turbinas de viento y los panales solares", dijo Dan Reicher, que es director ejecutivo del Centro Steyer-Taylor para Política Energética y Finanzas de Stanford, que ha estado en campaña para lograr cambios. "En lo que no hemos tenido los avances necesarios es en la reducción del costo de financiar los proyectos que usan esos equipos, por lo que el costo de la energía renovable es más alto de lo que debería ser."
Los sectores piensan en dos estructuras de inversión -las asociaciones limitadas que cotizan en Bolsa y los fondos de inversión inmobiliarios- para ayudar a facilitar la financiación y hacerla más barata. Reicher estimó que autorizar estas alternativas para las compañías de energía renovable reduciría el costo de sus proyectos en un tercio.
Hay muchas trabas para modificar el código tributario, pero las propuestas han sido recibidas con interés. El Servicio de Recaudación Interna (IRS es la sigla en inglés) está considerando permitir al menos a una compañía formar un fondo de inversión inmobiliario, conocido por la sigla REIT, para un grupo de proyectos de energía renovable, y se espera una decisión pronto.
Y el mes pasado, 31 legisladores enviaron una carta al presidente Obama para pedirle que apoye los cambios. El senador Chris Coons, demócrata de Delaware que apoyó un proyecto de ley en favor de las asociaciones limitadas que cotizan en bolsa (MLP es la sigla en inglés) en el último período legislativo, anunció que piensa volver a presentar el proyecto este año. Permitir que firmas solares y eólicas aprovechen exenciones impositivas que se ofrecen a las compañías petroleras y de gas encaja en la visión de "una estrategia en favor de todas las variantes de energía", comentó y "no de decidir quién gana y quién pierde en tecnología".
Pero el esfuerzo puede fracasar en el marco de la reforma impositiva general que buscan el Congreso y el presidente Obama.
Si bien los funcionarios de la Casa Blanca dicen que expandir los REIT y las MLP está en concordancia con sus metas generales de energía limpia, están más concentrados en eliminar subsidios directos y exenciones para combustibles fósiles y establecer un crédito impositivo permanente a la producción para las energías renovables.
Tal como sucede con las plantas de energía convencionales, el costo de construir granjas eólicas y solares puede alcanzar los miles de millones de dólares, involucrando planificación, construcción y equipo complejo.
Bajo el derecho actual, el gobierno federal ofrece a las compañías de energía renovable una generosa exención impositiva sobre sus ganancias. Pero dado que son pocas las que obtienen suficientes ganancias como para aprovechar las exenciones impositivas, tienen que encontrar inversores -comúnmente compañías que buscan proteger ganancias que no provienen de sectores energéticos del pago de impuestos- para poder valerse de éstas. Debido a que tales recursos son escasos, los inversores que sí deciden invertir en el sector, como Google, han podido obtener altas tasas de ganancias.
Utilizando un REIT o MLP para proyectos de energía renovable, las compañías podrían llegar a más inversores. Los MLP y REIT son similares en cuanto a que no pagan impuesto a las ganancias corporativas, traspasando la mayor parte de los ingresos a los inversores, que pagan los impuestos de acuerdo a sus tasas personales. Ambos a menudo cotizan en bolsa como acciones, dando a las compañías acceso a un número de inversores mucho mayor dispuestos a aceptar una tasa de ganancia más baja, según abogados y expertos en impuestos.
No está claro cuánto costarían a los contribuyentes los cambios propuestos. Pero las MLP para los sectores de energía convencional, incluyendo petróleo, gas y la construcción gasoductos y oleoductos, tienen una capitalización de mercado de alrededor de US$ 300.000 millones y se prevé que le costarán al Tesoro aproximadamente US$ 1200 millones en cinco años, desde el año fiscal 2011 hasta el 2015. Recientes pronósticos estimaron que los sectores de energía renovable podrían reunir fondos por US$ 6000 millones desde el año fiscal 2013 hasta el 2020, por lo que la exención impositiva probablemente sería mucho menor, menos de US$ 1000 millones en un período de diez años.
En contraste, se prevé que los programas de exenciones impositivas sobre inversión y producción para proyectos de energía renovable vigentes actualmente le costarán al gobierno federal US$ 11600 millones entre los años fiscales 2011 y 2015.


The New York Times, January 30, 2013 - By DIANE CARDWELL
Renewable Energy Industries Push for New Financing Options
Solar companies say they need new ways to attract investors.

For years, green energy industries like wind and solar have been telling Congress that they cannot yet compete with fossil fuels without hefty tax breaks intended especially for them.
But with antipathy for renewable energy subsidies running high among many Republicans, the industries are bringing a new plea to Washington: allow wind and solar companies to qualify for some of the tax advantages that are used by the oil, gas and real estate industries to raise money from investors.
“We’ve made great progress in bringing down the cost of renewable energy technologies like wind turbines and solar panels,” said Dan Reicher, who is executive director of the Steyer-Taylor Center for Energy Policy and Finance at Stanford and who has been pushing for the changes. “Where we haven’t made the necessary progress is on bringing down the cost of financing the projects that use that equipment, so the cost of renewable energy is higher than it needs to be.”
The industries are looking to two investment structures — the master limited partnership and the real estate investment trust — to help make financing easier and cheaper. Mr. Reicher estimated that opening them up to renewable companies could cut the cost of their energy by a third.
There are many challenges to changing the tax code — particularly in an era when many in Washington are trying to raise revenue, not reduce it. But the proposals are receiving serious attention.
The Internal Revenue Service is considering allowing at least one company to form a real estate investment trust, or REIT, for a group of renewable energy projects, with a decision expected soon.
Wind and other green energy technologies have become cheaper, but the cost of investing has stayed relatively high.And last month, 31 lawmakers, including Senators Lisa Murkowski of Alaska and Jerry Moran of Kansas and Representative Ted Poe of Texas, sent a letter to President Obama urging him to support the changes. All three are Republicans supported by gas and oil interests, according to OpenSecrets.org.
Senator Chris Coons, a Democrat from Delaware who was a sponsor of a bill on master limited partnerships, or M.L.P.’s, during the last session, said he plans to reintroduce it this year. He said he had been meeting with Obama administration officials and lawmakers and building support for the measure, including among Republicans.
Allowing solar and wind firms to use a tax break offered to oil and gas companies fits into the worldview of “an all-of-the-above energy strategy,” he said, “not picking winners and losers in technology.”
But the effort may run aground in the larger tax overhaul that Congress and President Obama are pursuing.
Although White House officials say they see expanding REITs and M.L.P.’s as keeping with their larger clean energy goals, they are more focused on eliminating direct subsidies and loopholes for fossil fuels and establishing a permanent production tax credit for renewables.
Clark W. Stevens, a White House spokesman, declined to comment on particular programs, saying, “The administration continues to support a number of provisions that provide needed support to the development of cutting-edge technologies and clean energy projects here in the United States, expanding renewable energy production and ensuring the jobs of the 21st century are created here at home.”
As with conventional power plants, the cost of building wind and solar farms can run into the billions of dollars, involving elaborate planning, construction and equipment.
Under current law, the federal government offers renewable energy companies a generous tax credit against their income. But since few of them make enough profit to use the credits, they need to find investors — typically companies seeking to shield nonenergy profit from taxes — to take advantage of the breaks. Because the pool of such prospects is small, the investors that do jump in, like Google, have been able to command high rates of return.
By using a REIT or M.L.P. for renewable energy projects, the companies could reach a broader range of investors. M.L.P.’s and REITs are similar in that they do not pay corporate income taxes, passing most of their income to their investors, who then pay taxes on it at their own personal rates. Both are also often traded publicly like stock, giving companies access to a much larger pool of investors who are willing to take a lower rate of return, according to tax lawyers and experts.
It is unclear how much the proposed financing changes would cost taxpayers. But M.L.P.’s for conventional energy industries like oil, gas and pipelines have a market capitalization of about $300 billion and are expected to cost the Treasury roughly $1.2 billion over five years, from fiscal 2011 through 2015.
Recent forecasts estimated that the renewable energy industries could raise as much as $6 billion from fiscal 2013 through 2020, so the tax break would probably run much lower, less than $1 billion over a 10-year period, according to a rough estimate from Senator Coons.
By contrast, the investment and production tax credit programs now in effect for renewable energy projects are expected to cost the federal government $11.6 billion from fiscal 2011 through 2015.
“If we can get access to these long-term capital-formation strategies, that will lessen the burden on public finance, on tax credits, on subsidies,” said Dan Adler, managing director of the California Clean Energy Fund. “As these technologies continue to mature, and their costs drop — and the cost of capital drops at the same time — it becomes more purely competitive with the fossil energy industry.”
There are differences in the ways the two investment vehicles work. REITs, which are typically used to bundle groups of apartments or office buildings into tradable investments, cannot take advantage of tax credits. So a solar REIT would not be able to use the 30 percent investment tax credit still available to such projects through 2016.
M.L.P.’s can use tax credits, but the partnerships are more complicated, tax lawyers said, which might keep investors away.
The I.R.S. could effectively open up the use of REITs on its own. Mr. Adler’s group has invested in a company, Renewable Energy Trust Capital, that has petitioned the I.R.S. for a private letter ruling allowing it to use a REIT structure.
If the request is granted, others pursuing similar projects would be likely to copy the approach. (Similar rulings have allowed cellphone towers and electrical transmission systems to be bundled into REITs.) The Treasury Department could also push through a more formal regulation change.
It would take an act of Congress to change M.L.P.’s, which have helped drive development of conventional energy infrastructure, particularly pipelines. The partnerships are required to derive 90 percent of their income from certain sources, including only depletable natural resources like oil and coal.
Whether the clean-tech industries’ efforts to gain access to either mechanism will bear fruit is uncertain, but policy advocates and some lawmakers say they are optimistic because there is something in the plan to appeal to both Democrats and Republicans. For Democrats, “if the idea of investing in these companies is opened up to a broader array of the American public, then people have more of a stake in renewables besides just buying electricity from wind or solar,” said Kelly Kogan, a lawyer at Chadbourne & Parke in Washington who advises clients on the tax consequences of renewable energy investments.
At the same time, she added, Republicans might respond to the idea that “the government’s going to get out of the direct subsidy through credits: they’re going to make renewables equivalent to hotels and office buildings and pipelines and what-have-you, and the free market can play more of a role.”